jueves, 6 de noviembre de 2008

Casablanca

Argumento:

Durante la Segunda Guerra Mundial, Casablanca, situada en el Marruecos francés (una zona no ocupada por los nazis), constituía uno de los principales lugares de paso para los refugiados europeos que trataban de huir del conflicto. Un punto de partida idóneo para llegar por avión a Lisboa, y desde allí a América. Pero para poder salir del país era preciso conseguir un visado de las autoridades francesas, proceso que, en ocasiones, se demoraba años.
Al comienzo de la película nos enteramos de que la policía está buscando a unos individuos que han asesinado a dos correos alemanes. Los asesinos arrebataron a sus víctimas los importantes documentos que transportaban: dos visados en blanco que podrían ser utilizados por cualquier persona sin que ninguna autoridad pudiera anularlos.
Hasta Casablanca se desplaza entonces un oficial de la Gestapo, el Mayor Strasser, para informarse sobre los progresos de la investigación, y para asegurarse de que los salvoconductos no caigan en manos de Victor Laszlo, un checoslovaco que huyó de su país al ser invadido por los alemanes. Desde entonces Laszlo ha venido desarrollando una intensa actividad dentro de la resistencia, por lo que encabeza la lista negra de los nazis, y Strasser sabe que los documentos le permitirían huir del continente.
El Capitán Louis Renault, jefe de la Policía local, tranquiliza a Strasser explicándole que ya conocen la identidad del asesino de los correos, y que esa misma noche van a detenerlo en “Rick´s”, un popular café propiedad de un norteamericano llamado Rick Blaine, quien lleva varios años residiendo en Casablanca.
Rick, a quien los acontecimientos parecen haber convertido en un cínico incurable, recibe la visita de Ugarte, un individuo que se dedica a conseguir visados en el mercado negro que luego vende a los refugiados. Ugarte pide a Rick que le guarde unos permisos de salida especiales mientras espera a que lleguen dos clientes que van a comprárselos. Rick accede, aunque sospecha que se trata de los documentos que fueron robados a los alemanes asesinados.
Renault, quien mantiene una cierta amistad con Rick, aparece en el café para avisarle de que sus hombres van a detener al asesino en su local en presencia de Strasser. El capitán le habla también de Laszlo, a quien al parecer acompaña una hermosa mujer, y le advierte de que no trate de ayudarles a escapar. A pesar de la aparente neutralidad de Rick, el francés sospecha que tras esa fachada se esconde un romántico que detesta a los nazis. Rick asegura a Renault que no está dispuesto a jugarse el cuello por nadie, pero apuesta 10.000 francos con su amigo a que Laszlo consigue escapar de todas formas.

Efectivamente esa noche acude a “Rick´s” Victor Laszlo acompañado de Ilsa Lund. Ellos son los compradores que esperaba Ugarte, pero éste ha sido detenido momentos antes, lo cual, evidentemente, complica los planes de la pareja.
Sam, el pianista del local, saluda a Ilsa, a quien ya conoce, y ambos comentan cuánto tiempo llevan sin verse. Ella le pregunta por Rick, y Sam pide a Ilsa que se marche, ya que según él trae malas suerte a su jefe. Pero la mujer insiste en que el músico interprete una canción: “As time goes by”, y Sam accede finalmente. Cuando apenas ha comenzado a tocar, un enfurecido Rick aparece para recordarle que no quería volver a oír esa canción, y queda paralizado al ver a Ilsa. Ambos se saludan y mantienen una fría y breve conversación. Cuando ella se marcha con Laszlo, Blaine recuerda el intenso romance que mantuvieron en París años atrás. La ocupación alemana truncó su historia de amor, y la víspera de la llegada de los nazis a la capital francesa los amantes decidieron huir de allí junto con su amigo Sam. Pero Ilsa no se presentó a su cita en la estación del tren, Rick recibió una nota de ella en la que le explicaba que, a pesar de estar enamorada de él, no podía acompañarle.
Ha pasado mucho tiempo desde que abandonó París junto a Sam, pero Rick aún no se ha recuperado de aquel golpe.
Mientras él se atormenta con sus recuerdos, los alemanes sospechan que Rick guarda en su local los documentos robados por Ugarte, y tratan de convencer a Renault para que registre “Rick´s”. Pero el capitán está convencido de que, aunque los tuviera, su amigo americano es demasiado listo como para que se le encontrasen los visados.
Victor e Ilsa son requeridos en comisaría para ser interrogados, y allí les comunican que Ugarte ha muerto, por lo que aparentemente han perdido la oportunidad de conseguir sus salvoconductos. Strasser les advierte de que, aunque carece de autoridad para detenerlos en Casablanca, tratará por todos los medios de impedir que salgan hacia Lisboa, a no ser que Laszlo acceda a delatar a sus compañeros de la resistencia. Por supuesto Victor se niega, y tras abandonar la comisaría recurre a Ferrari, un hostelero que también cuenta con conexiones en el mercado negro. Aunque no puede ayudarles, ya que no quiere buscarse complicaciones con las autoridades colaborando en la fuga de Laszlo, Ferrari está convencido de que Rick tiene los papeles de Ugarte (él mismo se ha ofrecido a comprárselos, pero Rick se ha negado a admitir que estén en su poder), por lo que aconseja al matrimonio que hable con Blaine.
Laszlo trata de comprar los visados a Rick, pero éste vuelve a negarse, e Ilsa está convencida de que su actitud se debe al despecho que siente hacia ella. La mujer se presenta entonces en el café sin que lo sepa Victor, con el fin de conseguir los salvoconductos sea como sea. Allí explica a Rick que cuando le conoció en París ya estaba casada con Laszlo, pero estaba convencida de que éste había muerto en un campo de concentración. El mismo día que tenían previsto marcharse de París con Rick descubrió que su esposo seguía vivo, por lo que se vio obligada a volver con él a pesar de que estaba, y sigue estando, enamorada de Blaine.
Ilsa asegura estar confusa, no saber si seguir con Victor o abandonarle en favor de su verdadero amor, por lo que pide a Rick que decida por los dos. Por otra parte Laszlo ruega a Blaine que al menos ayude a su esposa a salir del país.
La policía detiene entonces a Victor por una menudencia, y Rick hace un trato con Renault: el francés liberará a Laszlo para luego poder detenerle con una acusación de más peso cuando trate de recoger los visados que Blaine fingirá que va a entregarle. De esa manera nada le impedirá marcharse de allí con Ilsa.
El policía acepta y libera a Laszlo. Pero cuando, siguiendo el plan de Rick, va a volver a detenerlo al recoger los visados, el propio Blaine se lo impide a punta de pistola, y le obliga a retirar la vigilancia del aeropuerto, hacia donde se dirigen Ilsa, Victor, Renault y Rick. Allí el americano sorprende de nuevo a la Sra. Laszlo (quien pensaba que el plan consistía en que su marido volara a Lisboa mientras que ella se quedaría con su antiguo amante), y a Renault (que estaba convencido de que los que iban a marcharse eran Rick e Ilsa, dejando allí a Victor), cuando entrega los visados al matrimonio Laszlo, insistiendo en que se marchen.
Rick convence a la mujer de que su lugar está junto a su marido, y le recuerda que a ellos siempre les quedará París para recordarles su romance.
El matrimonio monta en el avión, pero cuando están a punto de despegar llega al lugar Strasser, quien trata de detenerlos. Rick mata al alemán, y Renault, impresionado por el comportamiento patriótico y sentimental de su amigo, decide encubrirle, y le aconseja que desaparezca una temporada, hasta que las cosas se tranquilicen. El capitán decide acompañar a Rick en su viaje, y cubrir los gastos de ambos con los 10.000 francos que ha perdido en la apuesta sobre la huida de Laszlo.
Es entonces cuando Rick rubrica la película diciendo: “Louis, creo que esto es el comienzo de una hermosa amistad”.


Comentario:

Suponiendo que existiese algo parecido a eso que llamamos “objetividad”, ¿quién podría presumir de tal cualidad? ¿Quién podría asegurar que es objetivo, por ejemplo, a la hora de juzgar la belleza de una persona? Un hombre feo no lo es tanto a los ojos de su orgullosa madre, y la mujer que nos hace murmurar un “te quiero” cuando la miramos sin duda nos parecerá preciosa aunque a los demás les parezca vulgar.
De la misma forma, ¿quién podría ser objetivo a la hora de juzgar una obra de arte, por ejemplo, una película (si creemos que, efectivamente, el cine es el séptimo)?¿Cómo analizar desde un punto de vista estrictamente cinematográfico Pretty Woman, si fue viéndola cuando besamos por primera vez a aquella novia que no podemos olvidar? Sin duda se habrán realizado mejores películas de superhéroes que Superman, pero ¿podría convencerse de ello a quien, aún ahora, más de un cuarto de siglo después, sigue sin poder evitar que se le erice el vello cada vez que escucha el tema principal que John Williams compuso para la película de Richard Donner?
Sin duda no. Nadie puede juzgar estos títulos de forma absolutamente objetiva. ¿Cómo podría? ¿Cómo podría hacerse una valoración totalmente aséptica con cualquier otro título? ¿Cómo podría hacerse algo así, por ejemplo, con Casablanca?
Después de 60 años, y tras ganar, entre otros, el Oscar a la mejor película y al mejor director, ostenta la categoría de obra maestra indiscutible. En todas las listas que se elaboran para establecer cuáles son las mejores películas de la historia siempre ocupa uno de los tres o cuatro primeros puestos. ¿Es esta posición merecida? En cierta forma, no. Así, de memoria, se me ocurren ahora mismo dos docenas de películas mejores que la de Michael Curtiz; películas más completas, profundas, complejas y elaboradas.
¿Podría entonces afirmarse que Casablanca es una película sobrevalorada? Tal vez sí, pero la importancia de una película no se basa únicamente en sus valores puramente cinematográficos. Ninguna de esas películas a las que antes me refería, aunque superiores en calidad, ha conseguido ni de lejos la misma popularidad, la misma repercusión social que esta obra realizada hace ahora más de sesenta años. Si Casablanca es una película eterna no se debe únicamente a su calidad artística, si no a su capacidad para permanecer en la memoria colectiva, a su repercusión social. Una repercusión obtenida de forma absolutamente inesperada.
Mientras se gestaban otras dos obras míticas como son Ben-Hur o Lo que el viento se llevó, dos auténticas superproducciones en todos los aspectos, la Metro Goldwyn Mayer (productora de ambos filmes) sabía que aquellas no eran dos películas corrientes, sino que se trataba de dos proyectos deliberadamente diseñados para convertirse en las películas más grandes de la historia. Pero el caso de Casablanca es radicalmente distinto, ya se trataba en un principio simplemente de una más entre las numerosas producciones que la Warner Bros. iba a lanzar ese año. Incluso después de concluir su rodaje nadie esperaba que se convirtiera en un gran éxito, y muchísimo menos en el indiscutible clásico que es. Sobre todo tras lo caótica que, según algunas versiones, resultó su gestación.
Ingrid Bergman, tras haberse tomado un año sabático, se disponía a trabajar en ¿Por quién doblan las campanas? Pero el inicio del rodaje de esta película se retrasaba continuamente, por lo que David O. Selznick, el jefe de la Columbia, decidió rentabilizar a la estrella, a quien tenía bajo contrato. La cedió entonces a la Warner para que se incorporase a Casablanca.
La película, basada en al obra teatral Todo el mundo acude a Rick´s (de Murray Burnett y Joan Alison), había supuesto para el productor un desembolso de 20.000 dólares por la compra de sus derechos, la cantidad más alta pagada hasta entonces por una obra aún sin estrenar. No resulta extraño imaginar que el nerviosismo debió afectar a los directivos del estudio cuando comprobaron lo chapucero e improvisado del rodaje.
El enfrentamiento entre el director Michael Curtiz (quien velaba por los intereses del estudio y, para complacer al público, deseaba centrarse en la parte romántica de la trama), y el coguionista, Howard Koch (más interesado por el aspecto político de la historia), motivaron continuos cambios en el guión a partir del cual se comenzó a trabajar, el escrito por los hermanos Julius J. y Philip G. Epstein. La historia se modificaba diariamente, según las ideas de quien hubiera ganado la última discusión, y todo el equipo tenía que afrontar cada día la tremenda tarea de partir de cero, tratando de dar verosimilitud a una narración cuyo rumbo ignoraban. Esta situación resultaba especialmente dura para los actores, que rodaban las escenas sin saber con exactitud en qué parte de la narración iban a ubicarse, ni el sentido que iban a tener. Y sobre todo para Ingrid Bergman, quien continuamente preguntaba a Michael Curtiz sobre el desenlace de la historia. La actriz quería saber con cuál de los dos hombres iba a quedarse al final: si con Victor o con Rick, para poder así orientar su interpretación. ¿Pero cómo iba a poder ayudarle el director si él mismo no tenía ni idea de como iba a terminar todo aquello? Dada la coyuntura se optó por rodar dos finales para tener así cubiertas las dos posibles elecciones de Ilsa, pero tras comprobar lo satisfactorio que resultó el primero que se filmó (el conocido), se decidió olvidar la posibilidad de que Ingrid Bergman se quedara con Bogey.
Existen versiones que aseguran que esta historia de que Curtiz no sabía cómo iba a terminar la película es falsa, que no era más que una artimaña del director para mantener a los actores en tensión. Sea cual sea la realidad, con estos antecedentes sólo puede entenderse el buen resultado final de la obra teniendo en cuenta que el cine no es, ni mucho menos, una ciencia exacta.
Aunque no se sepa exactamente el porqué lo que resulta indiscutible es que, ayudada por el paso del tiempo, Casablanca se vio catapultada al Olimpo cinematográfico (ante el estupor del equipo que la realizó), y casi todos los elementos que aparecían en ella se han elevado a la categoría de mitos. Consagró a su excepcional reparto, colocándolos en lo más alto de sus respectivas carreras, consiguiendo para Ingrid Bergman y Humphrey Bogart el definitivo status de estrellas. Convirtió en arquetipo al antihéroe interpretado por Bogey, calando profundamente entre el público su sacrificio final: Rick (interpretado por un actor que tuvo que ponerse alzas para estar a la altura de la espigada Ingrid Bergman, con quien otro de los interpretes de la película, Claude Rains, tuvo que vérselas cuatro años después en Encadenados, teniendo que utilizar una rampa para solventar el mismo problema) deja marchar a su amada Ilsa por considerar que es lo más correcto, aunque eso le destroce el corazón.
La película habla del honor, de la capacidad de sacrificio, del patriotismo, del amor... valores universales capaces de llegar al espectador. Pero estos mismos elementos han sido tratados por muchos filmes completamente olvidados en la actualidad ¿Cuál es la razón de que qué Casablanca siga viva? ¿Únicamente a la excelente química entre los protagonistas? Sin duda, pero también existen otros factores, como pueden ser la excelente fotografía, (obra de Arthur Edeson ), o la archipopular As time goes by (canción originalmente escrita, pocos años antes, por Herman Hupfeld para la obra Everybody´s welcome, donde, curiosamente, no tuvo demasiado éxito).
Pero sin dudar que estos elementos son materias primas extraordinarias, al igual que ocurre con los alimentos las mejores materias primas se estropean con el paso del tiempo si no se tratan con los conservantes adecuados, y en este caso el conservante ideal fue el excelente guión de los gemelos Epstein y Howard Koch, quienes compartieron el Oscar al mejor guión.
Philip y Julius Epstein escribieron juntos hasta 1952, año en el que murió el primero (casi 50 años antes que su hermano, quien siguió trabajando hasta la década de los ochenta), y firmaron películas como Arsénico por compasión, La última vez que vi París, o Los hermanos Karamazov. Koch, por su parte, ya había trabajado con Howard Hawks (El sargento York) o William Wyler (La carta), y repetía con Michael Curtiz y Claude Rains tras The Sea Hawk.
Los tres escritores consiguieron un excelente guión pleno de elegancia, ingenio, personajes memorables y juegos de miradas como pocas veces se han disfrutado en el cine. Aún nos sorprendemos en cada visionado al volver a escuchar esos diálogos maravillosos y ágiles, llenos de frases redondas y en muchas ocasiones realmente divertidas que son, en gran medida, responsables de que la película aún siga fresca y moderna. Diálogos que ya forman parte de la cultura popular, y que la memoria colectiva ha convertido en una referencia habitual, no sólo el mítico “Tócala otra vez, Sam”, si no muchas otras líneas de los diálogos. Frases como “Siempre nos quedará París”, o “Presiento que esto es el comienzo de una hermosa amistad” (la cual propició la predecible y aburrida visón gay de la relación entre Rick y Renault) pasaron al repertorio del ciudadano de la calle, y siguen ahí más de medio siglo después. Incluso se llegó a editar un disco en el que una actriz recitaba los diálogos de Ingrid Bergman dejando los huecos necesarios para que el oyente pudiera hacer lo propio con los de Bogart, y convertirse así en Rick por unos momentos.
También la película ofrece una lección magistral en lo referente a la creación de secundarios, quienes, con sus breves pero inolvidables apariciones, contribuyen a dar dimensión y profundidad a la obra. En este sentido, el guión demuestra un gran talento al reservar algunos de los mejores diálogos para estos personajes, sobre todo para el Capitán Louis Renault, ese encantador, irónico, corrupto y chaquetero hijo de puta francés (deliciosamente encarnado por Claude Rains), que no muestra el más mínimo escrúpulo a la hora de adaptarse a cualquier situación siempre que pueda obtener algún beneficio de ella. El actor consigue robarle algunas escenas a Bogart, gracias, entre otras cosas, a que suyas son algunas de las mejores frases de la película. Como muestra aquí van algunos ejemplos.
· Rick propone apostar 20.000 francos a que Laszlo escapa de los nazis. Renault replica: “Que sean sólo 10.000. Sólo soy un pobre oficial corrupto”.
· En su comparecencia en comisaría, Laszlo se entera de que Ugarte ha fallecido, y el capitán le explica “Estoy haciendo el informe ahora. No hemos decidido si se suicidó o murió intentando escapar
· Una pareja comunica a Renault que ya ha conseguido el dinero que el francés les había exigido para facilitarles el visado de salida de Marruecos. Él les cita la mañana siguiente a su oficina para arreglar los papeles.

Chico (entusiasmado)
-¡Estaremos allí a las seis!
Renault
-Yo estaré allí a las diez.

· Presionado por Strasser, Renault se ve obligado a cerrar el local de Rick. Al preguntar éste por los motivos de la clausura (Blaine ha mantenido hasta el momento la impunidad porque, entre otras cosas, permite que Louis gane regularmente a la ruleta), el capitán argumenta indignado: “¡Estoy escandalizado! ¡Escandalizado al saber que aquí se juega!” En ese momento un camarero le trae sus ganancias en la ruleta, las cuales el francés recoge rápidamente.
· En la parte final, Rick amenaza a Renault con un revolver para que ordene retirar la vigilancia del aeropuerto:
Rick
-Recuerde que esta pistola apunta directamente a su corazón
Renault
-Ése es mi punto menos vulnerable.



Todo ello hasta desembocar en uno de los finales más célebres de la historia del cine. Un final en el que todos los personajes, incluido Laszlo, que comprende que el corazón de su mujer no es enteramente suyo, pierden algo, pero lo hacen en aras de un bien superior. Rick, al revés de lo que suele pasarle a los héroes del cine clásico, pierde a la chica, pero al hacerlo demuestra que, sea cual sea su pasado, cualquiera puede ser un héroe si está dispuesto a sacrificarse por una buena causa. Un excelente desenlace que demuestra que no siempre un final feliz (éste no lo es) resulta un buen final para una película.

Tras reflexionar acerca de todo esto, uno se pregunta si una película actual podría convertirse en un fenómeno social similar al que supuso Casablanca. Me temo que no.
Hace mucho que el cine dejó de ser esa gran fábrica de sueños a la que espectadores de todas edades y condiciones acudían a abastecerse de historias que vivir. La televisión lo ha sustituido en gran medida, la oferta de ocio se ha diversificado, y el público está compuesto en su mayoría por adolescentes de fugaz memoria, por lo que resulta difícil imaginar que una obra alcance un calado social capaz, como en el caso de Casablanca, de hacerla eterna. Algo que ya se intuía en su última escena, cuando Humphrey Bogart y Claude Rains se pierden en la niebla y Rick dice “Presiento que esto es el comienzo de una hermosa amistad”: si, como algunos piensan, una película puede ser un buen amigo, no puede desearse amistad más hermosa y duradera.