viernes, 7 de noviembre de 2008

Thelma y Louise


Argumento
Thelma es una aburrida ama de casa de mediana edad, de carácter ingenuo e infantil, y casada con un tipo posesivo, machista, y bastante ridículo. Su amiga Louise, que trabaja como camarera en un restaurante, es algo mayor y experimentada, y mantiene una inestable relación con su novio Jimmy. Las dos deciden irse a pasar un fin de semana juntas para olvidarse un poco de sus respectivos “compañeros sentimentales”. Mientras que Louise no puede localizar a su novio para despedirse, Thelma ni siquiera le pide permiso a Darryl, su marido, pues sabe que no la dejaría ir.
Durante el viaje Thelma insiste en detenerse en un bar de carretera a tomar una copa para comenzar el fin de semana de desmelene bailando y bebiendo. Pero sus planes se tuercen: un tipo con el que han estado tonteando intenta violar a Thelma en el aparcamiento, y Louise lo mata con una pistola que llevaba como protección. Aunque en un primer momento Thelma quiere entregarse a la policía, su amiga insiste en huir. Cree que la justicia va a considerar que habían provocado a la víctima. Además, nadie les ha visto matarlo, por lo que finalmente deciden abandonar el lugar.
La policía encuentra el cadáver horas después, y el detective encargado del caso, Hal Slocumbe, interroga a una camarera del bar, quien recuerda a dos mujeres que estuvieron con el muerto, aunque insiste en que no parecían capaces de hacer algo así. La policía, gracias a que un testigo puede dar una descripción del coche en que viajan, comienza a perseguir a las dos fugitivas.

Louise llama a su novio Jimmy para pedirle que le envíe los 6.600 $ que ella tiene en su cuenta, pues tiene planeado huir a Méjico, y Thelma ha decidido acompañarla. De camino al hotel donde Jimmy les va a enviar el dinero (y siempre evitando pasar por Tejas, un estado que Louise no quiere pisar bajo ningún concepto, sin querer explicar por qué), las dos chicas recogen a J. D., un atractivo autoestopista.
Ya en el hotel Louise descubre que Jimmy le ha llevado el dinero personalmente. Pasan la noche juntos en la habitación de él, mientras Thelma lo hace con J. D., quien se confiesa prófugo de la justicia, y se esfuma tras instruirla sobre practicas sexuales, criminales, y tras robarles todo el dinero.
Cada vez más acuciadas por las circunstancias y por la policía, que tras detener a J. D. sabe hacia dónde se dirigen las dos amigas, Thelma y Louise abrazan abiertamente una especie de literal feminismo militante. Atracan una tienda para conseguir el dinero que necesitan para llegar hasta Méjico (siguiendo las enseñanzas de J. D.), vuelan en pedazos el vehículo de un camionero que les había hecho gestos obscenos en la carretera, encierran en el maletero de su propio coche patrulla a un policía que las había detenido... Ahora son unas prófugas en toda regla. Pero pese a todas las complicaciones que ello les acarrea se sienten bien por haber plantado cara al sistema, por no haberse entregado a una justicia machista que no las hubiera entendido.
Thelma llama a su casa y descubre que la policía tiene intervenido el teléfono; de ese modo consigue hablar con ellas el agente Slocumbe, quien se muestra comprensivo. Se niega a creer que cometieron un crimen sin motivo, y trata de convencerlas de que lo mejor será que se entreguen. Pero ellas rechazan la oferta; en poco tiempo han experimentado un profundo cambio personal y no pueden volver a su vida anterior, suceda lo que suceda.

La persecución se recrudece. Las dos mujeres ya tienen en los talones a un ejército de policías a quienes Slocumbe trata de controlar. Sabe lo que le sucedió a Louise en Tejas, y teme que algo ocurra en el momento de la detención y las dos mujeres acaben muertas.
Finalmente, Thelma y Louise son acorraladas. Tras ellas un cerco de coches patrulla, al frente, el Gran Cañón. La policía les ordena rendirse mientras les apuntan con sus armas. Slocumbe prohíbe que nadie abra fuego... pese a la situación las dos amigas siguen negándose a rendirse: se cogen de la mano y deciden seguir adelante por el camino que han emprendido.
Acelerando el vehículo, Thelma y Louise saltan directamente al Gran Cañón.


Comentario

Ya hemos hablado de lo duro y descorazonador que puede ser el oficio de guionista, así que no voy a insistir en ello. Todo lo contrario, ahora voy a dar las buenas noticias: en cierta forma el guionista está en una posición privilegiada dentro de la industria. Todas las películas necesitan un guión para ponerse en marcha, por lo que el guionista está en el origen de cualquier proyecto. Si bien resulta imposible que un director (la figura supuestamente más importante dentro de la industria) sin experiencia ni enchufes pueda ponerse al frente de un proyecto importante, abundan los casos de guionistas noveles que ven su primera obra convertida en una película importante.
Cualquier director, productor o actor, por poderoso que sea, necesita esas páginas escritas en Courier para poner en marcha una película, pero un guionista con talento, aunque sea absolutamente desconocido, tiene la posibilidad de vender su guión y de que una productora le dé luz verde. Evidentemente ayuda tener experiencia o contactos, pero incluso sin ellos, si su trabajo es bueno, puede verse involucrado en una obra de primera categoría. Aparte del conocido caso de Sylvester Stallone, quien consiguió vender su guión para Rocky y, de paso, a fuerza de constancia, convertirse en una estrella, existen muchos ejemplos de guionistas noveles que vieron como sus obras se convertían en películas de primera categoría. (Ben Affleck y Matt Damon con El indomable Will Hunting, y buscar más ejemplos).
Entre estos ejemplos está el caso de Callie Khouri. Thelma y Louise fue su primer guión, el cual no sólo se convirtió en una película maravillosa, sino que le supuso el Oscar al mejor guión y el Globo de Oro en la misma categoría.
La intención de Khouri era dirigir ella misma la película, asumiendo que se trataría de una obra de bajo presupuesto, por lo que imaginaba que la protagonizarían actrices de gran calidad pero no demasiado caras, como Frances McDormand, o Holly Hunter. El destino quiso que la obra llegara a las manos de Ridley Scott, quien desde un principio se mostró interesado en producirla, y para ello se puso en contacto con la Metro-Goldwyn-Mayer. Para asegurarse el éxito la compañía quiso conseguir a dos estrellas para los papeles protagonistas. Se barajaron los nombres de Meryl Streep y Goldie Hawn, y otras muchas actrices mostraron su interés por trabajar en el proyecto dado lo inusual que resulta encontrar un guión protagonizado por dos mujeres, sobre todo tan bien escrito como éste. Pero Ridley Scott, cuya primera opción fueron Geena Davis y Susan Sarandon, no dio su brazo a torcer, y lo acertado de su elección pronto resultaría evidente.
Finalmente fue el propio Scott quien se encargaría de la dirección después de que varias personas le animaran en este sentido, lo cual fue un acierto y supuso un gran éxito para el director. No resulta nada nuevo asegurar que el realizador británico cuenta con un enorme talento visual, de modo que ayudado por la excelente fotografía de Adrian Biddle consiguió una película estéticamente extraordinaria. Las actrices, por su parte, con su excelente trabajo, consiguen emocionarnos y hacernos reír a lo largo de ese viaje que realizan, convirtiendo sus dos personajes en mujeres absolutamente reales.
Thelma y Louise se convirtió en todo en un acontecimiento para las mujeres (primero porque se trata de una importante obra de reivindicación feminista; y segundo, aunque quizás no menos importante, porque supuso el primer paso hacia el estrellato para Brad Pitt, como J. D., casualmente las mismas iniciales que James Dean...), y en un gran éxito en general.
A todo el mundo le encanta Thelma y Louise. Y si la narración resulta tan efectiva es porque el público se identifica irremisiblemente con las protagonistas, se compadece de ellas, no quiere que sean detenidas... y todos parecen olvidar que, en realidad, Thelma y Louise son una pareja de criminales. Premeditadamente o no, lo cierto es que han asesinado a un tipo a sangre fría, atracado una tienda, reventado un camión que valía millones, amenazado, humillado y encerrado en su propio maletero a un policía, etc. Algunos de estos actos pueden ser justificables por las circunstancias que los rodean, pero debemos reconocer que cometen algunos abusos excesivos, sobre todo con el pobre camionero, al que arruinan y aterrorizan por el simple hecho de ser un grosero y un imbécil. El público presencia todos estos hechos con divertida complacencia.
Si bien es lógico que las mujeres estén encantadas con la película, resulta algo más curioso los hombres disfrutemos tanto como ellas, aunque en la pantalla nos estén poniendo verdes. Todos los personajes masculinos que aparecen en Thelma y Louise son descritos de forma negativa: violadores, machistas, estúpidos, cerdos, desconsiderados, prepotentes, egoístas, inmaduros, ladrones, maleducados, etc. Incluso el agente Slocumbe, lo más parecido a un buen hombre que pasa por allí, al final se muestra impotente (¿comprenden?) y no puede salvarlas de esa maquinaria machista. Así mismo, todos los problemas de las protagonistas son provocados por los hombres: deciden irse del fin de semana para olvidarse temporalmente de sus respectivos compañeros, quienes no las tratan adecuadamente; matan a un tipo en defensa propia ya que trata de violar a Thelma; J.D. arruina sus posibilidades de llegar a Méjico, robándoles primero el dinero, y luego contando su plan a la policía...
Aunque todo esto funcione perfectamente en el guión no deja de resultarme significativo que en unos tiempos en los que algunas feministas se movilizaron para manifestar su rechazo a que el despiadado asesino de una película sea una mujer (véase Instinto básico), ninguna de estas organizaciones que, presuntamente, luchan por la igualdad entre sexos, no dijera ni palabra ante este planteamiento tan maniqueo. La maldita corrección política actual ha conseguido, no que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres (como sería lo lógico), si no que puedan decir y hacer cosas que estaría mal visto que los hombres hicieran o dijeran. Por una vez nuestros prejuicios funcionan a favor de las mujeres, y nos tragamos gustosos todo el panfleto. La excelente puesta en escena (hermosísima y sorprendente la fotografía del paisaje norteamericano), el inteligente guión, y el brillante trabajo de los actores, consiguen que hombres y mujeres no reparemos en esos escollos en el planteamiento de la historia, convirtiendo esta obra en una de las mejores de Ridley Scott (lo cual, seamos sinceros de una vez, tampoco es decir mucho).

Si la empresa consigue salir tan airosa es, en gran medida, porque el argumento funciona en un plano simbólico. Nos encontramos posiblemente ante la primera road-movie feminista de la historia, en la que sus protagonistas realizan un viaje no sólo espacial, sino, y principalmente, interior (como en todas las road-movies). Evolucionan, maduran, se transforman... las dos amigas, un par de mujeres vulgares, pasan a convertirse, previa catarsis tremebunda, en estandartes del feminismo, en mártires de la causa. Estas dos féminas luchan para rebelarse contra un sistema simbolizado por una justicia y unas costumbres machistas, que les impide ser libres, ser ellas mismas. El personaje de Harvey Keitel se pregunta “¿Cuántas veces hay que joder a esta mujer?”, y tal vez no hable sólo de Louise Sawyer, sino de todas las mujeres del mundo, una pregunta que desgraciadamente cobra más relevancia que nunca ante la horrible oleada de crímenes de género que estamos sufriendo actualmente.

Ridley Scott asegura que para él la película es, en cierta forma, una comedia. Desde mi punto de vista es más bien un cuento, y de ahí el carácter simbólico al que me refería.
Debo decir que por lo general detesto las críticas cinematográficas basadas en comentarios que se refieren a elementos tales como la simbología o los posibles mensajes ocultos (ver el comentario de La invasión de los ladrones de cuerpos). Creo que esa obsesión por analizar el fondo (o incluso el trasfondo) de la obra hace que se olvide demasiado a menudo lo que considero fundamental en toda pieza artística: la forma, el cómo sobre el qué. Tal vez no esté mal hacer una segunda lectura, siempre que no se nos pase por alto la primera. Además, ese punto de vista, propio de los críticos más sesudos, se aleja (y me temo que deliberadamente) de los intereses del gran público. Pero en el caso del Thelma y Louise considero que resulta lícito profundizar en esta óptica, ya que estoy convencido de que la inmensa mayoría de los espectadores asumen de una forma inconsciente que lo que se les cuenta es una metáfora. Esta visión simbólica no es fruto de una revisión intelectual a posteriori: está explícita en la propia historia, y es necesaria para que ésta funcione como debe.
Por eso no censuramos unos hechos que en la realidad consideraríamos criminales, porque no estamos ante una película realista (claro que, ¿cuál lo es?). Esta cualidad queda totalmente patente en su final, cuyo análisis me parece muy interesante para entender cómo funciona la mente del espectador de cine.
La gran pregunta es ¿cómo es posible que se acepte como positivo un final en el que las dos protagonistas mueren?
Thelma y su amiga Louise saltan al gran cañón a bordo de su coche. De esa causa sólo puede derivarse un efecto: que ambas se matan. Lástima, ¿no? Pero, ¿cuántas personas salen del cine afectadas por este final? No creo que sean demasiadas. ¿Por qué? Por que todos sabemos que, por algún motivo, e alguna forma que no podemos explicar, en realidad ellas no han muerto.
El desenlace de Dos hombres y un destino resulta similar al de Thelma y Louise. Paul Newman y Robert Redford se encuentran en un cobertizo rodeados por el ejército boliviano. Saben que no tienen escapatoria, pero se niegan a entregarse para que les cuelguen, y prefieren morir luchando. Salen disparando al exterior, donde se supone que mueren acribillados. Y sólo lo suponemos porque, al igual que en la película de Scott, en la de George Roy Hill no asistimos a la muerte de los personajes, sino que se cierra con una elipsis que nos ahorra el triste espectáculo. Pero en esta última la metáfora no está tan presente, por lo que no albergo la más mínima duda de que Butch Cassidy y The Sundance Kid están muertos.
En cambio, Louise y Thelma (tanto monta) no se entregan porque no quieren volver hacia atrás. Han recorrido muchos kilómetros por el camino de la libertad, y no están dispuestas a perder lo que han conseguido. De modo que se dan la mano y acuerdan seguir adelante juntas, dispuestas a afrontar lo que sea.
Y entonces saltan.
La imagen se funde a blanco (¿Tiene esto un significado más positivo que el típico fundido a negro?), e inmediatamente se nos muestran escenas del pasado de las dos amigas, lo cual me impulsa a creer que Scott buscaba precisamente conseguir este efecto final. Que el espectador salga de la sala convencido de que las protagonistas, en realidad, acaban triunfando. De hecho existe un plano en el que se ve caer el coche al fondo del Gran Cañón que fue eliminado, ya que su inclusión hacía que el final no funcionase en absoluto, supongo que porque mostraba claramente que ambas mujeres se estrellaban contra el suelo, lo cual rompía la ilusión creada.
Según explica Ridley Scott el tema del final fue objeto de discusión durante el rodaje, y a menudo comentaba con la MGM la posibilidad de cambiarlo, pero terminó la producción, y ni a la compañía ni al director se les ocurrió otro desenlace mejor. Por otra parte los resultados obtenidos a los pases previos decían algo así como “Hagáis lo que hagáis, no cambiéis el final”. Por fortuna los responsables de la película hicieron caso, y mantuvieron ese estupendo desenlace.Un gran final para una gran película que habla sobre tomar el control de la propia vida, y que también supone un acicate para cualquier persona con vocación de guionista. Callie Khouri, una novata, consiguió la gloria con este guión, y después escribiría otros, como el de la película Algo de que hablar. La escritora confiesa que aún se pregunta cómo hubieran sido las cosas si ella misma hubiera dirigido Thelma y Louise; lo cierto es que tras ver ese paquete que es El clan ya-ya, película que Khouri dirigió a partir de un guión suyo (y la espera del estreno de Mad money, también escrita y dirigida por ella) todo parece indicar que las cosas hubieran salido bastante peor. Ya que los guionistas suelen quejarse de que los directores se creen que saben escribir, ellos no deberían cometer el error de creer que cualquiera puede dirigir.